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México. El Museo Kaluz es el poseedor de la colección más importante de caligrafía histórica japonesa en América Latina, misma que comparte con el público, en la muestra Trazos de aliento: caligrafía japonesa.
El acervo preservado es producto de una donación de pinturas japonesas que hizo el coleccionista Terry Welch, afincado en nuestro país desde hace varios años, subrayó Fernández, director del Museo Kaluz.
“Fue un gesto realmente maravilloso de donación de su piezas de arte japonés de toda su vida, y para nosotros es un milagro y un lujo poder tener en México en una colección de esta naturaleza”, subrayó,

Amaury García Rodríguez, curador de la exposición, quién es profesor investigador de El Colegio de México y coordinador de la cátedra de estudio sobre arte japonés, Terry Welch, ofreció un recorrido por la exhibición integrada por 24 piezas.
El experto en la historiografía de arte japonés, la cultura visual entre los siglos XVII y XIX y el coleccionismo de estampas japonesas en Iberoamérica, explicó la trascendencia de las obras que dan vida a la muestra.
Detalló que la exhibición se presenta por primera vez al público. Las obras fueron realizadas entre los siglos XVIII y XX, tanto por monjes budistas, maestros, confusos, poetas, pintores y calígrafos.
El objetivo de esta muestra es ofrecer un amplio espectro estético y conceptual sobre la profunda conexión entre lo visual y lo escrito.
A lo largo de la exhibición, los asistentes, descubrirán que la caligrafía ha sido una de las formas de expresión en las artes visuales de Asia del Este. Más allá de su función como medio de escritura, existe una simbiosis estética entre el texto y la imagen, a través de trazos y de la composición gráfica, lo que permite comunicar el mensaje, que se revela en los matices expresivos y rasgos personales de los calígrafos, que, por cierto, explicó puede ser cualquier persona que domine el conocimiento y la técnica.
Aunque requiere de una formación rigurosa: se estudian en profundidad ideogramas, se perfecciona el manejo de la tinta. A lo largo del siglo XX, la caligrafía experimenta con una mayor libertad expresiva, rompiendo con las normas tradicionales, lo que ayuda a mostrar el sello propio.
Destaca una obra realizada por dos artistas mujeres: Kaga no Chiyo (1703-1775) y Tokuyama Gyokuran (1727-1784), titulada La sombra del sauce, del siglo XVIII, con la transcripción y traducción: “es el sauce quien teje la oscuridad en las montañas de Yoshino”.
El especialista abundó que, la tinta que se usa para la caligrafía china y japonesa, no es tinta china, es un tipo de hollín que resulta de la quema de maderas por lo que hay distintas tintas, unas con color más aterciopelado que otras, porque tienen un componente graso que le da la maderas de los árboles como el pino.
De igual forma el papel, independientemente de la densidad, va a absorber más o menos tinta y eso va a depender también de lo que el artista desee, casi siempre se usa el papel del árbol del gusano de la seda, que es con el que se hace la pulpa y la mayoría del papel japonés, que aclaró, no es el papel albanene.

Después de su exposición, durante tres meses en el Museo Kaluz, las obras necesitan estar guardadas, sin ser expuestas por lo menos un año, ya que por sus materiales necesitan cierto nivel conservación.
Por eso, precisó el experto, mientras se exhiben se requiere que las salas mantengan la temperatura y la humedad, ya que de esa forma se evitan los cambios de temperatura que debe oscilar entre 19 y 22 grados, con aproximadamente 40 o 50 por ciento de humedad. La luz es un gran enemigo también de la obra en papel y de las tintas.
La exposición presenta una veintena de piezas, de un total de 300 de la que está conformada la colección de arte japonés. Trazos de aliento: caligrafía japonesa, en el Museo Kaluz, se podrá visitar en Avenida Hidalgo 85, en la colonia Guerrero.
Milenio.com