Sin dudas, en la cirugía de mínimo acceso la función del anestesiólogo es vital. No son pocas las técnicas asociadas a los procedimientos en el salón de operaciones, que definen a este especialista como un “artista” buscando siempre equilibrio y perfección en las diferentes técnicas quirúrgicas y en extrema vigilancia de los signos vitales del paciente para facilitar la labor del cirujano, así como una exitosa y segura recuperación de los pacientes.
“Nosotros pintamos, trabajamos el detalle y la exactitud como en la plástica”, afirma a modo de metáfora, el doctor Juan Bautista Olivé González, un apasionado de esta especialidad médica a la que define como de riesgo, precisión y un agudo sentido de responsabilidad, todo a la vez. Porque requiere de conocimientos de fisiología, farmacología, saberes profundos sobre el resto de las especialidades médicas, y de habilidades que le son innatas.
Así describe con todos los pormenores este magnífico conversador, y en, primer lugar resalta la labor en equipo que caracteriza al Centro Nacional de Cirugía de Mínimo Acceso (CNCMA), donde labora desde hace 27 años. “Llegué casi desde los inicios, cuando radicábamos en el hospital Calixto García, y enseguida me apasioné, ya esta cirugía, se imponía en otros países como un logro de la ciencia”, destaca.
“No dudé en captar las ventajas de la cirugía endoscópica que marcó esa primera etapa -continúa. Desde el primer momento aprendí que con el tiempo uno desarrolla las pericias tan claves en nuestra profesión, las que ubican al anestesiólogo en un rol totalmente protagónico durante el proceso operatorio, a tal punto que puedes llegar a sugerir detener la cirugía para estabilizar al paciente ante un evento causado por las complicaciones en el salón.”
El entrenamiento inicial lo recibió en nuestro país, con anestesiólogos ya entrenados, y posteriormente en el hospital Clínico Universitario de Valencia y en el Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias, de México. Pero fue la experiencia práctica el mayor aprendizaje que le permitió trazar su propio diseño de las conductas anestésicas para estos casos.
Ese rol cardinal del anestesiólogo lo demuestra con ejemplos: “en las cirugías a vías biliares las técnicas aplicadas a través de la luz del aparato digestivo, los cuales compiten el equipo, por el grosor, con las vías respiratorias y requiere un constante monitoreo de las funciones cardiovasculares y respiratorias. En la neurocirugía, como el acceso a la bóveda craneal es a través de la nariz, requiere de técnicas de hipotensión controlada para disminuir el sangramiento en la cavidad nasal y facilitar la visibilidad del cirujano. O en una intervención quirúrgica de tráquea que se retira y coloca intermitentemente el tubo endotraqueal para facilitar el acceso, en la parte de la sutura, de la pared posterior de la traquea, así como una vigilancia extrema de la oxigenación sanguínea y del cúmulo de dióxido de carbono en sangre.”
Esta última manipulación pudiera considerarse una innovación o particularidad, que distingue al doctor Olivé y su equipo de trabajo, un hombre muy seguro y con ansias de superación y de transmitir sus conocimientos, porque cree en el futuro de la ciencia, en los procederes quirúrgicos de la modernidad.
En ese afán dirige un entrenamiento como docente y Jefe de los Servicios de Anestesiología del CNCMA, siempre con la máxima que es el a,b,c en sus clases: “la vigilancia transoperatoria de principio a fin, sin restar importancia a la evaluación pre operatoria donde se traza el plan anestésico de cada caso según las enfermedades que padece y el estudio de sus funciones vitales. Y muy importante también –resalta- es la fase post operatoria porque suelen extenderse a esta etapa algunas alteraciones propias de las cirugías, sobre todo las de de mayor envergadura”. Hasta velar porque sea correcta la posición quirúrgica es primordial y nos corresponde.”
La capacidad de advertir a tiempo esas complicaciones y de resolverlas in sito, desarrollan una especie de sentido adicional en estos profesionales. Para ello cuentan con tecnología avanzada de ventilación mecánica, del monitoreo hemodinámico, de anestesia, bombas y jeringas perfusoras, además del material gastable. “Esa inmediatez resolutiva va acompañada de psicología, se requiere de mucho tacto para lidiar con el miedo o la ingenuidad de pacientes no conscientes de los riesgos, aún cuando son cirugías de mínimo acceso. “Hay que convencer, ganar su confianza, que se sientan relajados”, me cuenta atento a una urgencia pendiente. Es tan exacto en sus palabras, tal cual lo viví en carne propia hace años cuando su táctica de anestesia me iba cerrando los ojos en el salón de operaciones. Me daba el aliento y seguridad tan requeridos en ese instante.
Se expresa con mucha naturalidad, dice ser muy hablador y desenvuelto como su mamá, a quien le atribuye muchos rasgos que le definen, como la ética, ser activo y dinámico, enfrentar las adversidades. Y su descendencia no lo es menos. Un hijo veterinario y otro enfermero le llenan de orgullo.
El doctor Olivé es un hombre inteligente que habla con modestia de su vasta participación en eventos internacionales o de su membresía en la junta directiva de la Sociedad Cubana de Cirugía Endoscópica, o sobre el libro editado por un colectivo de autores bajo su mando donde narran sus experiencias en la cirugía endoscópica, un proceder que le ha marcado en los 40 años de graduado de médico. No deja de sorprender con esa pasión por lo que hace, y es reiterativo cuando recalca una y otra vez el lugar preponderante del anestesiólogo, el que vestido de talla (como suele llamar al vestuario de salón) da o no el Apto para operar, duerme y despierta al paciente en el momento justo, está en vigilia perenne durante todo el proceso.