Para muchos la aventura de vivir es la aventura de viajar, y probablemente por ello sea que la propia inventiva del ser humano constantemente le ha impulsado a generar formas y variedades para disfrutarla o para hacerla más llevadera y poder así combatir el estrés, neurosis u obesidad de la rutina en el trabajo, de las responsabilidades hogareñas o el ajetreado mundo de las relaciones sociales.
Los equilibrios en buena parte llegan de la mano de una buena salud no sólo física sino también mental en aras a llegar a una edad madura en plenitud de condiciones para poder disfrutarla en debida forma.
Este movimiento de impulso vital también conocido como turismo de salud, turismo sanitario, turismo médico, turismo terapéutico y turismo de bienestar, ha actualizado unos procedimientos y unas formas que se han impulsado desde siempre pero que ahora tiene nombre propio: turismo de salud.
En los albores de esta tipología, “Turismo y salud” estaban divorciados y cada cual por su lado no sólo por los problemas de accesibilidad y comunicación, sino por la incertidumbre de su validez medicinal, que se obvian conforme los estudios científicos empiezan a demostrar lo contrario en los centros urbanos donde se detentaba la medicina como ciencia pura.
Los pioneros investigadores eran verdaderos aventureros que se adentraban en lugares indómitos sin pensar siquiera en hacer turismo, sino centrados absolutamente en la búsqueda de opciones para mejorar la salud.
Y así tuvieron su propia inercia, tratamiento e impacto en la sociedad hasta que en 1994 la Organización Panamericana de la Salud y la Organización Mundial de la Salud, emitieron su informe «Turismo y Salud» en el cual se los junta y se les da un tratamiento armónico y simbiótico como generador de riqueza social y económica, a la vez que se esbozan diferentes ópticas que no terminan de estudiarse y que han generado tantas otras más:
Turismo, ambiente y salud
Turismo y salud de la población receptora
La salud del turista, etc.
Fuente: Entorno Turístico