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El 7 de octubre de 1999, hace 25 años, murió en su residencia lisboeta Amália Rodrigues, la cantante conocida como la Reina del Fado, a la edad de 79 años: un sobrenombre que se ganó a pulso dándole majestuosidad con su voz irrepetible e internacionalizando un género musical marginal, hasta entonces mal considerado.
Rodrigues comenzó a cantar de manera amateur por tabernas de Lisboa y en cértamenes locales de poco recorrido junto a su hermana Celeste, también fadista. Fue descubierta y aupada por quien sería su primer y efímero marido, el guitarrista portugués Francisco da Cruz.
Grabó más de 170 discos a lo largo de su carrera, y ha sido, con mucha diferencia, la artista portuguesa que más ejemplares ha vendido: hasta 30 millones de copias; convirtiéndose en la embajadora oficiosa de Portugal en el mundo, así como en la gran dinamizadora y exportadora de esta bella música caracterizada por la saudade.
Entre sus temas (fados) más destacados o conocidos se encuentran: ‘Uma casa portuguesa’, ‘Barco negro’. ‘Extranha forma de vida’ o ‘Nem as paredes confesso’. En España (se declaraba enamorada del flamenco), grabó ‘María la portuguesa’ junto al granadino Carlos Cano.
Vivió una polémica política durante la Revolución de los Claveles, en 1973, ya que fue vetada en su país (se exilió a París) por acusaciones de afinidad y complicidad con el salazarismo. Sin embargo, se demostró que al respecto del régimen político luso, Amália Rodrigues mantuvo una posición contradictoria, por un lado de cercanía con el tirano, y, por el otro, de financiación bajo cuerda de partidos políticos opositores en la clandestinidad, especialmente el Partido Comunista.
A su muerte, el presidente portugués a la sazón, Jorge Sampaio, decretó un luto oficial de tres días. Fue enterrada en el cementerio de los Placeres, en Lisboa. El 8 de julio de 2001, sus restos mortales fueron trasladados al Panteón Nacional, siendo la primera mujer en entrar allí.
La Razón.