China. Los periodistas abandonan la ciudad de noche cargados de una tonelada de información después de 16 días en tres continentes, casi 50 coberturas de prensa y degustar no menos de 500 platillos, excéntricos en su mayoría.
El viaje de retorno es letal. Más de 14 horas de vuelo a París, otras tres a Madrid y de ahí casi diez a Palmerola. Sin contar la espera, en suma, dos días durante los cuales se pierde el sueño, el metabolismo se trastorna, aparece hinchazón de venas y las piernas se entumen al borde del colapso. A las seis horas sentados con rigidez aparece un dolor penetrante hasta la médula en la zona baja lumbar y hay que ir alternando la cabeza a la izquierda, derecha y el centro para no sufrir un tortícolis. Hay quienes se pasean por los dos pasillos del pájaro trasatlántico y no se puede platicar con nadie, pues es casi seguro que no es latino, sino, ruso, árabe, chino o europeo. Y esto es apenas el primer viaje.
“OLLA CALIENTE”
Con todo, fue un viaje inolvidable para todos, pero seguramente irrepetible, precisamente, para no volver enfrentar esa vuelta al globo terráqueo de ida y venida.
Por si esto fuera poco, la estadía en el lejano oriente supone un desafío a la salud misma con tanta comida extraña. Los chinos se deshicieron en atenciones con bellos hoteles, donde los periodistas pudieron probar los platos más inimaginables de cada provincia a cuál mejores.
Cada tiempo de comida era no menos de 20 platillos por degustar con olores, sabores y apariencias extrañas. Al final, cada quien se familiarizó con alguno, como el Plato Laqueado de Beijín, que se come en toda china de diferente preparación y la olla caliente de Nankin, que consiste en poner uno mismo la verdura y las carnes de su gusto precisamente en esa olla hirviendo permanentemente en la mesa.
El pescado ardilla de Shanghái, es otra de las comidas más famosas en todo el país. Esto sin contar los postres, frutas, verduras y el Mouthai, un poderoso trago de 50 grados y el equivalente al guaro de aquí. Algunos periodistas se tocaban la panza todos los días y otros vienen preocupados porque abandonaron los tratamientos de enfermedades bases, como la alta presión y la diabetes.
UN PAÍS, DOS SISTEMAS
En lo que concierne estrictamente al avance de las relaciones diplomáticas, los funcionarios chinos lo recalcaron en cada momento: No pueden avanzar hasta que Honduras se deshaga completamente de Taiwán, incluyendo, el tratado comercial vigente. Tienen expectativas de la probable visita de la Presidenta Xiomara Castro y de empresarios hondureños, aunque en este segundo punto fueron también lo suficiente claro: Un tratado comercial va para largo, hasta que se hagan todas las inspecciones de campo con el fin de determinar los productos que les interesa. Como mercado, los chinos son inmensos, siempre están importando, pero son cautelosos en la calidad de la materia prima y grandes regateadores en el precio. Por ahora, café, tabaco, mariscos, frutas y verduras es su mayor interés para comprar en Honduras.
Tienen la capacidad de llevarse todas las cosechas al mismo tiempo y en contrario inundar a Honduras con sus productos en un dos por tres. De manera, que los empresarios y el gobierno hondureño debe ser muy cuidadoso al momento de firmar un TLC con los chinos, considerando la gran decepción que ha dejado el acuerdo comercial con Estados Unidos (CAFTA) entre cientos de pequeños productores, muchos extinguidos al no soportar la competencia con el gigante del norte. La prensa hondureña no pudo tener acceso a especialistas del comercio que explicaran en detalle los aranceles, los tiempos, los precios, los volúmenes y todas las simetrías y asimetrías entre dos economías tan dispares: Honduras, menos que David y China, más que Goliat.
Los chinos estaban más interesados en mostrar a la prensa hondureña el país de manera general y desmontar de algún modo toda esa propaganda occidental llena de prejuicios en contra de ellos. Además, expusieron el funcionamiento del sistema de la mano Partido Comunista y cómo, a partir de la apertura al capitalismo, remontaron la pobreza extrema en tan solo 40 años hasta colocarse en la actualidad como la segunda potencia global del comercio, la ecología y la innovación tecnológica.
A pesar de esa carrera por el desarrollo total, que lo piensan lograr en 2049, cuando se cumplen 100 años del Partido Comunista, se siguen llamando humildemente un país en vía de desarrollo. Eso sí, recomendaron no replicar su modelo, porque ser comunista para ellos es una filosofía de vida, ni compararlo con otros modos socialistas del mundo. En resumen, dicen, China es un país, dos sistemas.
UN REGALO Y UNA CASA
En los últimos días de cobertura, la visita al gigante chino Huawei fue sorprendente al constatar la magia que han alcanzado en el uso de la banda G5 para toda exigencia de la vida artificial, hasta poder restaurar las Ruinas Mayas a su modo original, por ejemplo, y robots que llevan la medicina a los pacientes. Lo mejor de todo estuvo en la despedida cuando los ejecutivos les regalaron a sus invitados una bolsa muy linda con dos regalos: Una postal que se tomaron cuando entraron al edificio y un libro gruesísimo sobre la vida del dueño de la compañía.
Espoleadas en las redes sociales de que este viaje fue la panacea en viáticos y otras canonjías, la cara de los periodistas era un poema, viendo por la ventana del bus las gigantescas bodegas de la multinacional, imaginándolas repletas de celulares y aparatos electrónicos de última generación y ellos con aquel libro pesado en inglés.
Por último, visitaron la casa donde se fundó el Partido Comunista de China en 1921. Un mural gigante con la foto de la casa misma y el símbolo de la hoz y el martillo, como el vuelo en picada de un águila, recibe diariamente a miles de turistas chinos y extranjeros.
Es una visita obligada, como turismo, para el chino común y más para el converso al comunismo.
Los periodistas conocieron cómo los chinos abrazaron las ideas del materialismo histórico de Carlos Marx, llevándolo a la práctica desde 1949, cuando ese partido asumió el poder, después de ganar la guerra civil con Mao a la cabeza.
Los guías aclararon que la inmensa mayoría de los chinos no son comunistas ni pertenecen al partido ni este es el único. De hecho, menos de cien millones están inscritos de los 1,400 millones de la población total. Pero se trata de una maquinaria ideológica electoral que no ha podido ser derribada por los ocho partidos restantes.
Los chinos tampoco tienen elecciones con voto directo como las democracias occidentales. Como son cientos de millones, la votación es en asambleas locales, hasta llegar a los representantes nacionales. Como el Partido Comunista fue el que liberó al pueblo chino de los conservadores y fue el que los sacó de la pobreza extrema a partir de 1978, desde entonces, hay una creencia generalizada entre la gente que este partido debe seguir dirigiendo los destinos del país sin darle ninguna posibilidad a sus rivales, que de consuelo son incorporados en puestos del gobierno.
LA TRISTE DESPEDIDA
Una de las últimas visitas termina precisamente en el malecón de esta ciudad con la majestuosidad de su torre monumental y otros rascacielos bellísimos, entre ellos, la Perla del Oriente. Tantos hondureños como chinos se abrazan y se toman fotos. Huele a despedida.
Han sido jornadas extenuantes para todos, hasta seis coberturas por día. Casi siempre, los grupos salían a las 8 de la mañana y regresaban en la noche.
Hubo hoteles que nunca los vieron de día. La gira creó hermandad con los traductores y grandes recuerdos. En uno de los grupos era divertido ver todos los días a uno de los guías contando, con el dedo índice al aire, como aprendiz de piano, a cada uno de los pasajeros para asegurarse que nadie se quedara.
En el otro grupo nunca van a olvidar a otro de los intérpretes, por su enorme parecido, con el político hondureño Rigoberto Chang Castillo.
Por eso, el día de la despedida, frente a la puerta del aeropuerto, el adiós terminó con un nudo en la garganta para todos: Los hondureños queriéndose traer a los chinos y estos queriéndolos dejar. Así son los pueblos, pero muchas veces las decisiones de los gobiernos lo arruinan todo. (EG)
Fuente: La Tribuna.